La huida (Parte II)

Esta es la segunda parte del sueño "La huida", cuyos antecedentes se narran en una publicación anterior.
Tras escapar de los agentes, estos ya no me siguen. Estoy en la calle de una ciudad urbana con un tono muy grisáceo y triste. De hecho el sueño ahora es en blanco y negro. Como una Nueva York a principios del siglo XX. Ando por las calles hasta encontrarme a un tipo panzudo, con gabardina y sombrero amenazando a otro enclenque, un vagabundo tirado en la calle. Yo le espeto al hombre de la gabardina, me mira con una mirada profunda y me dice que él es policía.


Yo le convenzo de que se está equivocando y así sólo conseguirá empeorar las cosas. Le acompaño su casa, cuya entrada está por un callejón oscuro. Él entra, pero yo me quedo mirando algo que hay al fondo de ese callejón. Una forma cuadrada, como si fuese una pared, de un blanco brillante con manchas negras.

Ahora paseo por la ciudad después la visita a la casa del policía. Paseo por una plaza enorme con una fuente hexagonal al centro. Visito lugares un tanto extraños de esa ciudad. Me encuentro de nuevo al policía que me confiesa haber recapacitado y darme la razón. Para agradecérmelo me invita a cenar a su casa. Horas más tarde estoy en el tejado de la casa del policía, observando la noche. Pero noto entonces una presencia extraña. Tengo retortijones. Me asomo desde el tejado al callejón, y veo que algo raro pasa. La forma cuadrada está moviéndose. De repente un estallido, y a la noche le vuelve el color, ya no es blanco y negro. La forma es roja y negra. Avanza, y se engrandece. Va consumiendo aquello que va tocando, y se acerca. Yo corro (otra vez) en dirección contraria de tejado en tejado, a lo parkour, notando que cada vez avanza más velozmente. Llega un momento que mi saltos por los tejados se convierten en casi una levitación sobre los tejados, yendo por la parte más oriental de la ciudad, por la última columna de edificios, casi en el borde de la ciudad. Noto que la forma roja está a punto de alcanzarme y no podré escapar. Por ello decido evadirme de la ciudad, escapar a la derecha y salir de ciudad hacia el barranco, la cuesta abajo, pues la ciudad está en lo alto de una colina baja.

Salto hacia a fuera, pero no caigo. Floto. No soy una persona sino un animal extraño. Avanzo flotando hacia lo lejos, cruzando caminos entre árboels y vegetación. Decido no tocar el suelo, si floto será por algo. Quizá la forma roja me detecte si toco el suelo cerca. Sigo avanzando hasta que veo un grupo de gente huyendo acercándose a mí. Me trasformo en humano de nuevo simulando sus movimientos, me mimetizo, y me mezclo en el grupo de gente. Todos avanzamos hacia una villa cercana. En esa villa rústica se forma una cola delante de un gran edificio.

Cuando toca mi turno un tipo me pregunta qué tipo de cuerpo tengo. Me dan cuatro opciones, yo elijo la segunda opción, pero el tipo me mira con cara extraña y dice que no se lo cree. El muchacho que había justo detrás de mí le da algo al tipo que preguntaba para ganar tiempo, yo estaba tardando demasiado. Transformo mi torso adecuándolo a la forma, copiando el dibujo sin que lo note, y levanto mi camiseta para que lo vea. Entonces afirma con la cabeza y me deja pasar. Me dirijo a un piso donde he sido asignado para refugiarme. Allí hay otros cuatro muchachos más, de los que no conozco de antes a ninguno. El piso era una casa que me resulta muy familiar. Era muy parecido al piso de mis abuelos maternos, es una simulación perfecta. En una habitación grande dormirán tres de los muchachos en camas distribuídas por el cuarto, que dan a un balcón. En otra habitación al final del pasillo está mi cuarto donde compartiré habitación con otro chico, que reconozco entonces: es el chico que estaba detrás de mí en la cola. Pasamos juntos hablando los cinco nuestras historias mientras cenamos hasta la hora de la madrugada. Cada uno se va a su cuarto, y yo en la cama me tumbo y coloco mi cabeza sobre el torso desnudo de mi compañero de cuarto. Me duermo.
 

0 comentarios:

Publicar un comentario